"La primera vez que te besé estaba sentada sobre unas ortigas; se me había levantado el vestido, tenía los muslos llenos de pinchazos y al menor movimiento, nuevos pinchazos. Bueno, allí no hubiera bastado el estoicismo. Tú no me turbabas nada, no sentía un deseo particular por tus labios; el beso que iba a darte era de una importancia mucho mayor, era un compromiso, un pacto. Entonces ¿comprendes?, el dolor resultaba impertinente, no me era permitido pensar en mis muslos en un momento como aquél. No bastaba ocultar mi padecimiento; era preciso no padecer."
La Náusea de Jean-Paul Sartre.
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