martes, 24 de marzo de 2020

La humanidad como gran fracaso...

En estos días, encerrado, confinado, aislado, acompañado solo por el amor, por el de verdad, no aquel que promete pero luego se esconde y transfigura, sino por ese que te acepta en el delirio, en estos días la claridad y la transparencia atraviesan mi cuerpo como las flechas lo hicieron con el mártir San Sebastián.

Siento pena del buen ciudadano, de vigilante, del acusador, del ordenado, del cívico. Conforme van exigiendo más responsabilidad, yo solo tengo más ganas de desobedecer.

Nos tirotean con imágenes y noticias de la muerte en directo, abuelos muriendo en hospitales, en habitaciones de residencias, en la calle, en sus casas... Y apelan a la responsabilidad ciudadana, a no salir de casa para no contagiar, pero alguien preguntó a esos abuelos que mueren qué opinaban de todo esto, quizás estuvieran contentos de terminar al fin, de no tener que aguantar más en este mundo que nos está escupiendo desde dentro hacia fuera. No sé, quizás querrían seguir viviendo aún en malas condiciones y tener que ver la estupidez supina de la obediencia estatal, nunca se sabe.

A veces me siento en un gran plató de comentaristas matutinos dando su opinión, como si su gigantesca y monstruosa ignorancia les diera legitimidad para hablar, convertidos en los grandes pensadores de nuestra época... Grandes pensadores... ¿de qué ha servido la labor de tanto pensamiento en la historia de la humanidad? ¿qué ha sido de ese tiempo empleado en descifrar el comportamiento humano? No ha servido de nada. Viendo esto solo puedo sentir rabia y lástima, solo me gustaría no saber leer, me gustaría disminuir de tamaño y envejecer sin poder pronunciar palabra ni escribirla, quizás ese sea el mejor camino para poder seguir viviendo rodeado de crueldad y estupidez humanas.

La humanidad ha escrito su historia a base de fracasos, y creo que nos ha tocado vivir ese gran fracaso, el definitivo... Nos animan a seguir, resistir, apoyarnos, juntarnos y yo cada vez quiero estar más lejos, lejos de toda esa unión acrítica, sin pensamiento, sin razón, sin condición.

Ojalá trompetas como en el apocalipsis.

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