Desprecio la manada de sangre.
Desprecio los lazos de unión obligados.
Desprecio el sacrificio para el crecimiento de la sumisión sanguinea.
Desprecio ante todo las miradas cómplices de las sufridoras.
Todo eso no lleva a nada, solamente emponzoña aún más la existencia propia y de los demás.
Solo hace más insoportable tener que consumir el mismo aire manido y denso.
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